SAN AGUSTIN, UN LUGAR MAGICO.
En lugares como este, uno se hace
parte de la tierra.
Desde que comenzamos el viaje hace ya más de seis meses en San Cristóbal
de las Casas, escogimos ese lugar porque tiene algo de magia, pero durante todo
el trayecto siempre me ha fascinado conocer esos lugares que la gente me
recomienda como “lugares mágicos”, San Agustín fue ese lugar en Colombia;
llegamos un sábado a las seis de la mañana, después de haber viajado todo el día
anterior desde Bogotá, lo primero que hicimos
fue irnos a la plaza central la cual tiene esculturas ancestrales en sus
costados y una iglesia de ladrillos al fondo, y allí localizamos el único local
abierto, era una panadería donde estaban comenzando a sacar buñuelos
colombianos y donde pudimos desayunar algo ligero acompañados de un tinto (café
con panela), mientras comenzaba a
calentar el sol y los perros del pueblo comenzaban a llegar a la plaza.
San Agustín en el departamento de Huila, es un pequeño pueblo rodeado
por una naturaleza formidable, donde se dice que hay mayor cantidad de caballos
que de automóviles, pero creo que al final de cuentas gana la cantidad de
motocicletas. Cuenta con un mercado lleno de personalidad, y justamente atrás
se encuentra la bella iglesia de Lourdes con su color blanco con detalles en
amarillo y una imponente escultura del rostro de Jesús que pareciera estar en
obra negra. La plaza central es un lugar
donde la gente se sienta a escuchar misa los domingos en la mañana y donde en
la noche se llena de jóvenes, artesanos, malabaristas y alguno que otro perdido
que se sienta a tomarse una cerveza para antes de ir a dormir. La gente del
pueblo aunque no todos son muy buenos dando indicaciones, compensan eso con la
tranquilidad y la amabilidad que demuestran en su contacto con la gente que los
visita; San Agustín en las noches solamente emana ruidos de la naturaleza, los
perros ladrando, uno que otro caballo relinchando e incluso algún gallo
cantando a deshoras.
Para aprovechar el segundo día decidimos ir a conocer el parque
arqueológico, caminamos alrededor de una hora por un camino donde uno se va
encontrando con señores o niños que afuera de sus casas te van indicando como
llegar, las explicaciones nunca fueron muy claras, pero a final de cuentas
llegamos a todos los lugares.
Al siguiente día tuvimos la oportunidad de conocer algunos otros puntos
importantes en la zona como fue el Tablón y la Chaquira, tuvimos que salir por
un costado de la plaza y comenzar a caminar por el camino, subidas y bajadas,
donde uno se iba encontrando casitas y muchos espectáculos naturales, después
de un rato de caminar por fin encontramos sobre el camino el anuncio hacia el
Tablón donde llegamos y vimos un conjunto de unas cinco estatuas, pero después
de haber visto más de 130 el día anterior, ya no nos sorprendió tanto, así que seguimos el camino hacia la Chaquira
el cual era una bajada bastante inclinada, donde pasamos por cultivos de café,
unos de jitomate donde las matas estaban secas y al fondo un árbol lleno de
buitres, de pronto salían gallinas al borde del camino, uno que otro perro que
ladraba, o incluso algún caballo pastando. Por fin llegamos a la Chaquira con una casita
de otra época en la entrada, y comenzamos a bajar, en el mirador de la Chaquira
se ve el Río Magdalena por ambos lados y se alcanzan a ver algunas cascadas que
se forman en lo alto de las montañas verdes, y en la parte de atrás del mirador
se encuentran unas enormes piedras volcánicas donde se puede ver algunas
pinturas rupestres dándole un toque un poco más mágico al lugar: el solo hecho
de pensar que hace muchos siglos algún antepasado nuestro se sentó allí a hacer
una pintura viendo ese panorama natural, tiene algo de emocionante.
El último día que estuve en San Agustín me tocó hacer el recorrido hacia
el Estrecho del Río Magdalena solo, pues mi amiga Roberta ya se había tenido
que regresar a Bogotá, pero fue una experiencia bastante enriquecedora el
caminar por varias horas yo solo, en medio de la naturaleza hasta llegar a un
punto alto desde donde se alcanzaba a ver el cauce del río, seguí caminando todavía
un tramo más hasta bajar al punto donde el río más importante de Colombia se
reduce a solo un par de metros de ancho, yo aproveche para sentarme en las
piedras y observar por varios minutos el paso del agua, un lugar hermoso, donde
el agua tiene un tono obscuro y a su
paso entre las rocas marca un tono de blanco que contrasta con el fluir del río.
Después de haber estado unos días en el bonito caos de la capital
colombiana, el haber llegado a un pueblo como este fue una experiencia tan
tranquila y enriquecedora, un momento para volver a estar en contacto con la
tierra y la naturaleza colombiana.
Gracias a la Doctora Roberta por
haber sido mi compañera en este maravilloso viaje, y a la señora Blanca y a
Jorge por el trato que nos brindaron al hospedarnos en su casa.
Escrito por David Herrera González.
6 de Diciembre de 2015.


Qué linda foto aquella de los dos niños
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