LA FINCA.
En Colombia se le cansa a uno la
vista de ver tanta belleza.
Desde una finca Manizaleña que lleva por nombre “Rancho Alegre” donde
las palmeras nos reciben con los brazos abiertos, comienzo a escribir con la
intención de plasmar un poco lo que estoy viviendo en estos momentos, me cuesta
una sola línea para darme cuenta de que no hay palabras para describir los
infinitos detalles que la naturaleza tiene con uno, en un lugar como este.
Desde que llegamos nos dio la bienvenida una hermosa yegua llamada Hana,
que fácilmente podría ser un personaje de un cuento infantil, posteriormente
quedamos fascinados cuando vimos el estilo de la casa, la piscina y el jacuzzi
engalanando esa hermosa vista hacia las montañas verdes del eje cafetero (de un
verde que solo puedo describir como verde colombiano al cual he escuchado que acá
le dicen verde pasión).
La finca es muy parecida a lo que en mi percepción es el paraíso. A la
izquierda pasa la carretera y a la derecha el río Cauca; con toda esa verde
vereda por donde circulan parvadas de
aves de distintos colores, mientras allá a lo lejos las nubes cobijan esa
última montaña a la que el sol le otorga
un poco de brillo. Allá donde las vaquitas se ven tan chiquiticas que
parecen manchas de colores sobre los distintos tonos de verde y que incluso se
confunden con aquellas personitas que finamente trabajan la tierra.
En este bonito lugar se puede disfrutar ese juego de escuchar a los
pájaros cantar en los árboles para tratar de localizarlos, para de pronto ser
distraído por otro pájaro, y justo cuando parpadeas para fijar la vista en esa
otra ave, de pronto se ve cómo sale volando del punto original un pequeño
pajarito colorido y así sucesivamente hasta que te das cuenta que llevas varios
minutos frente a un árbol totalmente hipnotizado por esos mal paridos pájaros. También es un hermoso ejercicio ver a los
colibrís de todos colores que se acercan a comer a los faros con alimento, ver
su fino cuerpo con su largo pico, para de pronto dejar notar
como se les infla un poco su pequeño cuerpo mientras beben alimento, y de
repente salir volando moviendo infinitamente sus finas alas. Y por si fuera
poco también hay un pesebre donde se encuentran una hermosa perra cuidando a
seis pequeños cachorritos. Caminar en cualquier dirección representa
encontrarse con árboles frutales, con miles de tipos de plantas distintas entre
sí; así como con el olor, color y textura de una gran variedad de flores.
Tuvimos la fortuna de estar varios días en la Finca, pero hubo un día en que el espectáculo fue distinto, era un lunes por
la mañana, nosotros junto con nuestros anfitriones terminábamos de desayunar
cuando nos sentamos a admirar el paisaje, mientras hablábamos del hermoso verde
del paisaje, de pronto se escuchó un tremendo trueno y comenzó a llover, en
menos de treinta segundos el paisaje verde había desaparecido como si hubieran
bajado una cortina de nubes blanca, y se vino un vendaval y una lluvia fuertísima,
a tal grado que en algún punto llovía horizontalmente, de pronto solo quedamos
Jaime y yo sentados viendo como la tormenta volteaba todo a su paso, yo en un
punto le pregunte a Jaime si podíamos hacer algo, él me dijo que podríamos
servirnos un ron y seguir disfrutando el espectáculo de la naturaleza, así que
eso hicimos. A lo lejos las siluetas de
las palmeras se movían de un lado a otro, por unos instantes bajo la lluvia,
pero de pronto se vino una densa neblina acompañada por fuertes vientos, lo
cual arrastro hojas y ramas que se desprendían finamente de los arboles; cuando
por fin comenzó a escampar una gran cantidad de golondrinas comenzaron a volar
en círculos y a cantar frente a nosotros para avisarnos que la tormenta había
terminado. A final de cuentas había pasado el desastre, con un poco de agua en
las habitaciones de la finca, con las sombrillas y columpios votados por el
suelo, con una alberca llena de hojas, con un par de copas de ron y con un
espectáculo de la fuerza de la naturaleza que nunca voy a olvidar.
Pero, sin dudas, lo mejor de la la finca fue la compañía, el poder compartir
buena energía con toda la gente que estuvo presente en las dos ocasiones que
estuvimos en Rancho Alegre hizo todo mucho más placentero; los momentos en el
jacuzzi o en la piscina, los tragos, las interminables platicas nocturnas, y
sobre todo las risas del alma, fueron algo digno de un lugar como ese, ¡Mejor imposible!
El ejercicio de elegir fotos para acompañar este relato resulta
complicado pues quisiera poner todas para dar una idea de lo que es la belleza
de ese lugar, pero ni aun así estaría cerca de plasmar lo que es la finca en
vivo y a todo color, así que he decidido solo poner unas cuantas para que se
den una idea de lo espectacular que es ese lugar, al que muy acertadamente se le conoce como
Rancho Alegre.
AGRADECIMIENTOS.
Muchas gracias a Jaime y a Rocío
por todas esas risas y por todas las atenciones hacia nosotros, por invitarnos
a la Finca de Rancho Alegre; a Lily, a Paola, al resto de los Vandenenden, a
las Claudias, a John, a Mauro por hacer aún más divertidas nuestras visitas a
la Finca, y por tratarnos como familia;
a los Parceros Edward, Andrés, Giovany y
los del Malagor por las buenas charlas en Manizales, gracias por todo, al igual
que en el relato las palabras quedan cortas para describir lo bien que nos
trataron y para agradecerles todos los
detalles que tuvieron con nosotros, los mexis.
Escrito por David Herrera González.
5 de Noviembre de 2015.





he estado en manizales mua
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