ULTIMO DIA EN COLOMBIA.
*Extraído del diario
Jueves 17 de Diciembre,
Un día inolvidable. Visita al
Santuario de las Lajas.
Nos despertamos con algo de
presión por que ya solamente nos quedaba
muy poco dinero colombiano y por ver cómo le íbamos a hacer para nuestros
últimos momentos en Colombia, y yo todavía algo preocupado, pero las cosas solo
hay que dejarlas que sucedan.
Luis salió a ver el hotel que le
iban a dejar a 20 mil pero regreso y dijo que nos quedábamos en el mismo, así
que yo me metí a bañar y el salió a
trabajar, cuando lo alcance había sacado ya un poco y dijo que fuéramos a
desayunar, caminamos al restaurante que habíamos ido un día anterior pero no
tenían almuerzos todavía, así que terminamos comiéndonos un par de empanadas, un dedo de queso y un
buñuelo. Luego regresamos al hotel y Luis dijo que nos fuéramos de una a Las
Lajas, tomamos un bus que nos cobró mil pesos por persona y de allí caminamos
una media hora más, desde que íbamos en el bus, el pueblo comenzó a tomar
personalidad con casas coloridas pintadas con arte distinto cada una, y una
escultura indígena llena de colores, algo parecidos a los de los alebrijes en
Oaxaca, pero en cuanto nos bajamos y comenzamos a caminar el paisaje de la
naturaleza comenzó a impresionar con unos tonos de verdes que yo sigo
describiendo como colombianos, y con unas casas y unos pueblos de campesinos de
la zona, algunos con vestimenta indígena, para mí en algún momento se me hizo
como si estuviera en una época del pasado.
En algún punto llegamos a un pueblito donde Luis se puso a platicar con
una señora, y luego comenzamos a bajar y yo me quede atrás y en eso una señora
me vendió una vela, me hizo un descuento yo le explique que solo tenía 250 pesos
pero que era para una causa especial pues la quería prender en honor a Lupita
mi prima. Cuando continúe bajando me encontré con un gran número de placas para
agradecer los milagros de la virgen de las Lajas, y sobre el camino el panorama
comenzó a ser muy dadivoso con nosotros,
en las escaleras hacia el desfiladero en algún momento me detuve, y de un lado
vi el río correr, al fondo de los cerros estaba una inmensa cascada y de este
lado del río, justamente debajo de las escaleras estaba una iglesia imponente
con un estilo gótico, montada sobre un puente majestuoso. Allí entramos a la
iglesia donde pude ponerme a orar con mucha devoción por varios motivos, uno de
ellos el fallecimiento de Lupita, para luego salir a seguir admirando la
naturaleza, el puente es altísimo y del otro lado hay una capilla muy al estilo
de Chiapas, donde la gente prende velas y que esta toda llena de humo negro,
sobre el puente y sobre la iglesia hay unas figuras blancas de ángeles bastante
hermosas. Yo le dije a Luis que fuéramos
a prender la vela a esa capillita, batalle un poco para prenderla pues hacía
algo de viento. Posteriormente comenzamos a bajar para alcanzar a apreciar los
puentes y la iglesia desde otra perspectiva, en algún punto bajamos hasta el
río, y luego fuimos a la cascada. Ya habíamos regresado arriba y estábamos
dando la última vuelta cuando vimos que había otro camino que bordeaba el río,
así que decidimos volver a bajar allí había un par de esculturas arqueológicas
y luego podías seguir caminando hasta una gran piedra al borde del río, Luis y
yo hicimos el recorrido hasta donde se podía y luego regresamos; al regreso
justamente donde estaban las esculturas había dos jóvenes tomándose una foto, y
uno de ellos nos preguntó que si estábamos mochileando, le dijimos que sí y
comenzamos a platicar, a final de cuentas, y después de habernos despedido
varias veces, terminamos regresándonos juntos, ellos eran Esteven y Wilman, dos
jóvenes de Bogotá que decidieron tomar sus maletas y subirse a sus bicicletas
con la idea de recorrer Sudamérica. A final de cuentas conseguimos usar el
viejo truco de pedir aventón o pedir dedo como le dicen por acá, y nos dejaron
a la entrada del pueblo. Allí las casas tenían un estilo propio y colorido, con
arte prehispánico, y pudimos incluso tomar foto de la estatua colorida que
habíamos visto en la ida, y encontrarnos con varios murales callejeros. Íbamos
los cuatro caminando para entrar al pueblo cuando comenzamos a preguntar por el
precio de los almuerzos hasta que se nos aparecieron unos asadores donde tenían
unos animales bastante extraños y peculiares, los cuys, comenzamos a preguntar
solo por curiosidad qué eran y cuánto
costaban, hasta que el señor termino por aceptar que le diéramos 20 mil por un
cuy y que él nos daba muchas papas para que llenáramos, en algún punto le
insinuamos que si nos incluía algún tipo de sopa, pero dijo que no, comenzó a
preguntar que de donde veníamos y al final termino por regalarnos también un
consomé de pollo y una gaseosa, finalmente el cuy sabía cómo a pollo y lo
doradito a mí me supo un poco al cabrito que se come en el norte de México,
pero al final quedamos satisfechos, no muy llenos pero satisfechos, así que
seguimos nuestro camino hasta la plaza de San Felipe en el mero centro del
pueblo fronterizo de Ipeales, una vez allí llego el momento de despedirnos de
este par de colombianos aventureros. Por la tarde Luis y yo fuimos a descansar
un poco al hotel para luego salir a trabajar un rato, nuestro objetivo era
solamente obtener lo de la cena, no sabíamos cuánto tiempo nos iba a tomar
juntar la plata para irnos a comprar algo, pero en la primer vuelta conocimos a
una pareja de novios Ipealeños, Andrés y Alicia, ellos nos apoyaron y
comenzamos a platicar, él nos dijo que lo acompañáramos hasta la esquina,
estuvimos platicando un rato y luego nos despedimos, cuando íbamos a cruzar la
calle nos entretuvo un vendedor de inciensos que nos estaba presentando a su
esposa, cuando llego Andrés y nos dijo que querían invitarnos a cenar, así que
nos llevaron a probar unos burritos mexicanos a un restaurante que se llamaba
Pinche Burro, tuvimos una cena muy rica con una conversación muy amena, ellos
dos son unas excelentes y agradables personas. Finalmente fuimos a un centro
comercial y nos regresamos al hotel, en el regreso conocimos a unos jóvenes en
el parque que nos regalaron una bebida que dizque un tequila artesanal de acá,
pero estaba bueno pues era un trago calientito, nos despedimos de ellos y luego
entramos al hotel. Yo salí a fumarme un cigarrillo al balcón del hotel, estaba
mandando unos mensajes en el celular cuando salió Tom, un inglés que viene
viajando por Colombia y que también va para Ecuador, y quien al siguiente día
iría a las Lajas, la verdad le dije que le iba a gustar pues después del día
que nosotros tuvimos no creo que a alguien no le cambien la suerte tanto como a
nosotros.
Escroto por David
Herrera González.


















