domingo, 27 de diciembre de 2015

44. ULTIMO DIA EN COLOMBIA.



ULTIMO DIA EN COLOMBIA.
*Extraído del diario
Jueves 17 de Diciembre,
Un día inolvidable. Visita al Santuario de las Lajas.
Nos despertamos con algo de presión por  que ya solamente nos quedaba muy poco dinero colombiano y por ver cómo le íbamos a hacer para nuestros últimos momentos en Colombia, y yo todavía algo preocupado, pero las cosas solo hay que dejarlas que sucedan.
Luis salió a ver el hotel que le iban a dejar a 20 mil pero regreso y dijo que nos quedábamos en el mismo, así que yo me metí a bañar  y el salió a trabajar, cuando lo alcance había sacado ya un poco y dijo que fuéramos a desayunar, caminamos al restaurante que habíamos ido un día anterior pero no tenían almuerzos todavía, así que terminamos comiéndonos  un par de empanadas, un dedo de queso y un buñuelo. Luego regresamos al hotel y Luis dijo que nos fuéramos de una a Las Lajas, tomamos un bus que nos cobró mil pesos por persona y de allí caminamos una media hora más, desde que íbamos en el bus, el pueblo comenzó a tomar personalidad con casas coloridas pintadas con arte distinto cada una, y una escultura indígena llena de colores, algo parecidos a los de los alebrijes en Oaxaca, pero en cuanto nos bajamos y comenzamos a caminar el paisaje de la naturaleza comenzó a impresionar con unos tonos de verdes que yo sigo describiendo como colombianos, y con unas casas y unos pueblos de campesinos de la zona, algunos con vestimenta indígena, para mí en algún momento se me hizo como si estuviera en una época del pasado.  En algún punto llegamos a un pueblito donde Luis se puso a platicar con una señora, y luego comenzamos a bajar y yo me quede atrás y en eso una señora me vendió una vela, me hizo un descuento yo le explique que solo tenía 250 pesos pero que era para una causa especial pues la quería prender en honor a Lupita mi prima. Cuando continúe bajando me encontré con un gran número de placas para agradecer los milagros de la virgen de las Lajas, y sobre el camino el panorama comenzó  a ser muy dadivoso con nosotros, en las escaleras hacia el desfiladero en algún momento me detuve, y de un lado vi el río correr, al fondo de los cerros estaba una inmensa cascada y de este lado del río, justamente debajo de las escaleras estaba una iglesia imponente con un estilo gótico, montada sobre un puente majestuoso. Allí entramos a la iglesia donde pude ponerme a orar con mucha devoción por varios motivos, uno de ellos el fallecimiento de Lupita, para luego salir a seguir admirando la naturaleza, el puente es altísimo y del otro lado hay una capilla muy al estilo de Chiapas, donde la gente prende velas y que esta toda llena de humo negro, sobre el puente y sobre la iglesia hay unas figuras blancas de ángeles bastante hermosas. Yo le dije  a Luis que fuéramos a prender la vela a esa capillita, batalle un poco para prenderla pues hacía algo de viento. Posteriormente comenzamos a bajar para alcanzar a apreciar los puentes y la iglesia desde otra perspectiva, en algún punto bajamos hasta el río, y luego fuimos a la cascada. Ya habíamos regresado arriba y estábamos dando la última vuelta cuando vimos que había otro camino que bordeaba el río, así que decidimos volver a bajar allí había un par de esculturas arqueológicas y luego podías seguir caminando hasta una gran piedra al borde del río, Luis y yo hicimos el recorrido hasta donde se podía y luego regresamos; al regreso justamente donde estaban las esculturas había dos jóvenes tomándose una foto, y uno de ellos nos preguntó que si estábamos mochileando, le dijimos que sí y comenzamos a platicar, a final de cuentas, y después de habernos despedido varias veces, terminamos regresándonos juntos, ellos eran Esteven y Wilman, dos jóvenes de Bogotá que decidieron tomar sus maletas y subirse a sus bicicletas con la idea de recorrer Sudamérica. A final de cuentas conseguimos usar el viejo truco de pedir aventón o pedir dedo como le dicen por acá, y nos dejaron a la entrada del pueblo. Allí las casas tenían un estilo propio y colorido, con arte prehispánico, y pudimos incluso tomar foto de la estatua colorida que habíamos visto en la ida, y encontrarnos con varios murales callejeros. Íbamos los cuatro caminando para entrar al pueblo cuando comenzamos a preguntar por el precio de los almuerzos hasta que se nos aparecieron unos asadores donde tenían unos animales bastante extraños y peculiares, los cuys, comenzamos a preguntar solo por curiosidad  qué eran y cuánto costaban, hasta que el señor termino por aceptar que le diéramos 20 mil por un cuy y que él nos daba muchas papas para que llenáramos, en algún punto le insinuamos que si nos incluía algún tipo de sopa, pero dijo que no, comenzó a preguntar que de donde veníamos y al final termino por regalarnos también un consomé de pollo y una gaseosa, finalmente el cuy sabía cómo a pollo y lo doradito a mí me supo un poco al cabrito que se come en el norte de México, pero al final quedamos satisfechos, no muy llenos pero satisfechos, así que seguimos nuestro camino hasta la plaza de San Felipe en el mero centro del pueblo fronterizo de Ipeales, una vez allí llego el momento de despedirnos de este par de colombianos aventureros. Por la tarde Luis y yo fuimos a descansar un poco al hotel para luego salir a trabajar un rato, nuestro objetivo era solamente obtener lo de la cena, no sabíamos cuánto tiempo nos iba a tomar juntar la plata para irnos a comprar algo, pero en la primer vuelta conocimos a una pareja de novios Ipealeños, Andrés y Alicia, ellos nos apoyaron y comenzamos a platicar, él nos dijo que lo acompañáramos hasta la esquina, estuvimos platicando un rato y luego nos despedimos, cuando íbamos a cruzar la calle nos entretuvo un vendedor de inciensos que nos estaba presentando a su esposa, cuando llego Andrés y nos dijo que querían invitarnos a cenar, así que nos llevaron a probar unos burritos mexicanos a un restaurante que se llamaba Pinche Burro, tuvimos una cena muy rica con una conversación muy amena, ellos dos son unas excelentes y agradables personas. Finalmente fuimos a un centro comercial y nos regresamos al hotel, en el regreso conocimos a unos jóvenes en el parque que nos regalaron una bebida que dizque un tequila artesanal de acá, pero estaba bueno pues era un trago calientito, nos despedimos de ellos y luego entramos al hotel. Yo salí a fumarme un cigarrillo al balcón del hotel, estaba mandando unos mensajes en el celular cuando salió Tom, un inglés que viene viajando por Colombia y que también va para Ecuador, y quien al siguiente día iría a las Lajas, la verdad le dije que le iba a gustar pues después del día que nosotros tuvimos no creo que a alguien no le cambien la suerte tanto como a nosotros.

Escroto por David Herrera González.

43. COLOMBIA, NO TE ACABES NUNCA.



COLOMBIA, NO TE ACABES NUNCA.


Lo único peligroso de este lugar es que no te vas a querer ir.


Colombia represento la primera parada en el sur de nuestro continente, el plan original era estar un mes y medio, pero a final de cuentas las cosas se dieron  tan bien que nos amañamos como dicen por acá,  hubo tantos momentos en que la emoción hizo que la piel se me pusiera de gallina  y otros donde sentía que estaba aprovechando el tiempo al máximo, al final de cuentas la estancia se prolongó por casi dos meses y medio,  y eso que solo conocí una pequeña parte del país.

La entrada a Medellín el 5 de Octubre fue algo incierta pues represento una experiencia diferente, hacía tiempo que no estaba en una ciudad tan grande, pues en nuestro paso por Centroamérica las proporciones de las ciudades son más pequeñas, pero Medallo fue un lugar que me sorprendió con su modernidad, con su estilo, su arte y su historia reciente, un lugar donde los paisas son muy amables tanto así que un día conocí a un parcero (amigo) que me invito al estadio para disfrutar de un partido del Deportivo Independiente de Medellín, también fue bueno que estuvimos en un hostal donde conocí gente de varias partes del mundo, incluyendo algunos colombianos. El siguiente punto que conocí fue  Guatapé un pequeño pueblo colombiano lleno de color y de arte que me hizo pensar que los pueblos coloridos en mi natal México, se quedaban cortos; y que además contaba con una vista hermosa de la represa con unos tonos increíbles en el azul del agua y unas infinitas montañas,  cuando estaba sentados admirando esa imagen sentí una paz increíble. 

 

El siguiente punto a conocer fue el eje cafetero, primero estuve en Manizales donde nos recibieron unos días en una zona por el centro de la ciudad  donde pude conocer la bonita catedral y la plaza central con una escultura impactante del Cóndor de Bolívar; posteriormente tuvimos la increíble oportunidad de conocer la finca de los Vandenenden un lugar que debe ser muy semejante al paraíso, donde yo me quedaba viendo el horizonte y con eso era feliz, no necesitaba más, un lugar donde la alberca, el jacuzzi, y en especial la compañía, las historias, las pláticas y las risas combinadas con el ron y las cervezas eran demasiado, pero demasiado de lo bueno. Para continuar la ruta cafetera fuimos a conocer Armenia, de allí a  conocer el valle del Cocóra, donde el paisaje era hermoso con unas palmeras gigantes de más de 60 metros de altura, donde después de una larga caminata en la naturaleza pudimos disfrutar de una muy amena tarde noche en el distintivo pueblo de Salento.









El siguiente capítulo colombiano represento llegar a la capital Bogotá, que fue para mí una experiencia única,  tal vez ha sido la mayor cantidad de tiempo que yo paso en una ciudad tan grande. Desde nuestra llegada fuimos recibidos en un ambiente que a mí me recordaba mis años de estudiante en la universidad, con gente joven de varios lados del mundo, desde colombianos hasta europeos. Allí conocí el antiguo barrio de la Candelaria que está lleno de museos y de historias, el cual paso a ser parte fundamental de mi ruta en la capital, también tuve la oportunidad de conocer la Universidad Nacional con toda la personalidad que la caracteriza, algunos barrios no muy turísticos pero por demás interesantes donde el parecido con México me resultaba increíble; en todos los lados que visite pude conocer parques y plazas de todos los estilos, y finalmente la naturaleza que rodea una urbe como esta con su bosque inmenso en el mirador de la Caldera  y con el Santuario de Monserrate, donde la vista de la ciudad por un lado contrasta de manera impresionante con la vista de la naturaleza por el otro. Mientras estuve en Bogotá se presentó la oportunidad de  ir muy bien acompañado a conocer un par de pueblos cercanos a la capital, uno de ellos fue Suesca con sus hermosas paredes naturales, donde la gente va a escalar y donde los cerros tienen una especie de musgo o heno que pareciera formar barbas en los cerros; el otro pueblo fue el famoso Villa de Leyva con su enorme plaza empedrada y donde pudimos hacer una bella caminata en la naturaleza hasta llegar a sus pozos azules.
 
La última parte del viaje en Colombia fue ya encaminado a salir hacia Ecuador,  en ese sur colombiano tan étnico y tan puro. Mi primera parada fue en San Agustín un lugar tan lleno de energía, donde la majestuosa naturaleza se combina con las zonas arqueológicas; me impactaron las esculturas ancestrales, así como el mirador de la Chaquira desde donde se veían varias cascadas y el largo recorrido del río Magdalena, también el estrecho del río donde dicho afluente de agua, el más importante de Colombia, da una vuelta en su recorrido en un espacio de un par de metros de anchura. Posteriormente la ruta me llevo a Popayán (la ciudad blanca) donde el plan era conocerlo en un día para luego seguir adelante pero donde nos terminamos quedando por quince días, su estilo colonial combinado con la amabilidad de su gente y el movimiento cultural fomentado por otros viajeros, nos terminó atrapando. Finalmente el último punto en el mapa colombiano fue la ciudad de Ipeales que de primera impresión parecía una ciudad fronteriza con todo lo obscuro que caracteriza a ese tipo de ciudades, pero que el segundo día cuando pude ir a conocer el Santuario de las Lajas cambió mi perspectiva de una grata manera. Para llegar a la Iglesia de la Virgen de las Lajas tienes que tomar un camino donde la naturaleza es asombrosa con una gran cantidad de matices de ese color verde, que yo sigo definiendo como verde colombiano, con llamas recostadas al lado del camino, y con un pueblo por demás mágico antes de llegar al Santuario. La iglesia de las Lajas está construida en un desfiladero, una mega construcción de estilo gótico que te hace pensar que estas en Europa, pero que no termina en eso, sino que la naturaleza que la rodea es perfecta, con un río pasando por debajo de la iglesia y con una enorme cascada en el fondo de la postal.  Para cuando regresamos a Ipeales conocimos otra parte del pueblo mucho más colorida, con ese estilo mágico que todos los pueblos colombianos tienen, allí en compañía de unos amigos colombianos pudimos degustar del platillo más extraño que comimos en Colombia el “Cuy” (cabe mencionar que la comida colombiana nos trató muy bien, aunque en lo personal un poco más de picante  le vendría bien), finalmente la última noche en Colombia todavía fuimos afortunados al ser invitados a comer unos burritos mexicanos por una linda pareja colombiana.




El 18 de diciembre en la frontera de Rumichaca con Ecuador, cuando iba cruzando el puente y observando el río cobijado por esas enormes montañas verdes, mis ojos se llenaron de nostalgia, de una nostalgia pura al dejar de lado un cumulo de experiencias que nunca voy a olvidar, aunque esa nostalgia se combinó con un sentimiento de emoción  al pensar que estaba entrando a un nuevo mundo llamado Ecuador.
Gracias Colombia, y en especial gracias a todas la gente, colombianos y no colombianos que nos brindaron su hospitalidad y nos hicieron sentir como en casa. Algún día he de volver a tomarme un café; comerme unas arepas, un sancocho o unas empanadas; y a pegarme una rumba con ron o aguardiente.

Gracias a la gente que hizo esta experiencia tan rica:
En Medellín, Kevin, Whitney, el parcero Julian, Hector, Hector del DIM,  Mauricio, Marcelo y Vivi.
En Manizales, Andrés, Jaime y Rocío, Piola, Lily, los Malagor, Mauro y Edward, John, Claudia Velez, Claudia Castañeda.
En Armenia, Martha.
En Salento, Felipe, Andrés.
En Bogotá, Roberta, Mafer, Jair, Louise, Iso, Nathaly, Sebas, Ale, Yohana, La Flechas, el rencuentro con el viejo David, Fabián, Rodrigo, el rencuentro con Sandra y Andrea.
En San Agustin, Roberta, Blanca y Jorge, David.
En Popayan, los Patafunks, los Marionetas Nomades, Juan, Don Jose,  Shirley, Fredy , Paty, Danna, Gabo y sus amigos.
En Ipeales, los parceros Wilman y Esteven, Andres y Alicia.

Escrito por David Herrera González.

23 de Diciembre de  2015.


sábado, 19 de diciembre de 2015

40. BOGOTA





BOGOTÁ



La capital colombiana nos  recibió con un presagio muy peculiar. Llegamos a la terminal de buses  antes de lo planeado, eran las cinco de la mañana y hacía un frio helado, yo abrí mi libro y me puse a leer para dejar que pasara un poco de tiempo cuando de pronto se escuchó un tenebroso ruido, yo levante mi mirada y descubrí que eran unos gallos anunciando un nuevo día, cuando retome la lectura, cosa curiosa, se hablaba de un gallo amarrado de una pata. 

 
Durante nuestras primeras semanas en Colombia recibimos opiniones muy diversas sobre la capital, desde los mejores comentarios hasta los peores, vimos en el televisor como un grupo de maleantes robaba espejos de los autos en los semáforos, escuchamos como robaban gente en el Transmilienio (transporte urbano), pero otra gente nos hablaba de los museos, del santuario de Monserrate, del centro, así como de lo variado y cosmopolita de esta ciudad. Fue por todo esto que para disfrutar de esta metrópoli la primera recomendación que nos dieron al llegar fue la más útil y la que a final de cuentas en lo personal me ayudo a que nunca tuviera ningún inconveniente, esa recomendación fue: “No den papaya”, en este lugar nunca hay que dar papaya, es decir no dar motivos para que te pase algo.

Mi estancia en esta ciudad capital represento para mí una experiencia muy enriquecedora pues es una ciudad que te muestra por todos lados la cultura colombiana y donde siempre se pueden hacer cosas interesantes. La mejor referencia que tengo para comparar esta ciudad es con el Distrito Federal en México, en ambos lugares uno se siente tan insignificante como una pequeña hormiga, y avanzando en un mundo que va a un ritmo muy acelerado, donde las distancias son largas, la vida comienza demasiado temprano, los trancones del tráfico son cosa de todos los días y el estrés  de la ciudad termina por afectar el humor de las personas. Pero por otro lado es un lugar donde la idiosincrasia y el arte te salta a la vista en cualquier momento, está lleno de museos, de exposiciones, de cines gratis y también de arte en la calle; yo nunca había visto un lugar con tantos grafitis como en Bogotá, la verdad una excelente oportunidad de incrementar la colección de fotos de arte urbano latinoamericano que estoy llevando. 

Bogotá es un lugar con un clima muy peculiar pues hace frío, incluso es conocida popularmente como la nevera, llena de edificios altos y con barrios donde viven muchas personas de todas partes y de todos los estilos. Una cosa que nunca me espere encontrar fue encontrarme con la vegetación atrás de todos esos muros de concreto y edificios, un inmenso bosque tan lleno de misticismo, desde el primer día subimos a uno de los cerros donde los pinos y la vegetación te daban esa bonita sensación de respirar aire limpio, y casi al final de mi estancia pude subir al santuario de Monserrate, que es una subida de más de tres mil metros sobre el nivel del mar hasta llegar a la grande y bonita iglesia que funciona como santuario religioso; desde arriba se alcanza a ver por un lado una pequeña porción de la monstruosa ciudad  y atrás un bosque mágico donde la vista se componía por miles de pinos.






Las historias de misticismo y de terror en esta ciudad encajan muy bien no solo por el clima frio, sino también por la gran cantidad de personas y de historias que aquí han surgido, pero aún más porque  los rolos (gentilicio de Bogotá) se encargan de asustarte con las experiencias que se escuchan en las calles; por ejemplo en el barrio central de la Candelaria, que fue la parte primordial que yo conocí, allí existen casas muy viejas donde se rumora que se aparecen fantasmas  y tú puedes ver en el techo de las casas algunas esculturas de personas, que se supone que son las personas que se aparecen; también un día me enseñaron un video de un bus en un barrio que se movía solo; además yo con todo esto en mente, un día al ir caminando me encontré con el Cementerio Central de Bogotá y decidí entrar, las lapidas de hace siglos y lo solemne de algunas de ellas combinado con el estilo del cementerio, en algún punto me llegaron a hacer sentir un poco de presencias a mi alrededor, pero respire hondo y no deje crecer los demonios dentro de mí.

Dentro de esta monstruosa ciudad hay una gran cantidad de cosas interesantes por hacer, como conocer varios de sus parques y plazas principales, sus fascinantes museos de los cuales conocí el Nacional, el del Oro, el Botero, la Casa de Moneda, el de la Memoria. También pude conocer un par de universidades pero la que más me impresiono fue la Universidad Nacional pues tiene una identidad muy única con un espíritu muy rebelde que se respira en las fogatas que los estudiantes prenden en la  plaza del Che Guevara  y que se observa sobre las paredes de las facultades con murales y letreros anarquistas y contestatarios. 
 
Otro aspecto que me absorbió por completo fue la fiesta, principalmente en la mugrosita, la casa donde me estaba quedando en el barrio de la Macarena donde vivían personas muy agradables que eran una sabrosa mezcla de nacionalidades, donde el ambiente era demasiado rico; también pude conocer varios bares y cafés, la mayoría de ellos en el centro  donde me impacto  la cantidad de indigentes o gente que vive en la calle, pues hay espacios donde se acuestan uno tras otro, o zonas en el centro donde comienzan a llegar a pedirte dinero uno tras otro, tras otro, hasta que terminan por hacer que te muevas de esa zona, pero el punto más impactante fue cuando fuimos a la Cantina “Donde Homero”, y cada que uno asomaba la cabeza para afuera se te acercaban indigentes, terminamos sin monedas y sin cigarros de cooperarles con algo, pero era impresionante pues en lo que uno se fumaba un cigarro terminaba hablando con un número exagerado de personas de la calle, gente que siempre tiene un historia fascinante y que muchas veces son excluidos de la sociedad, pero que en Bogotá son tantos y tan diversos, que en lo personal me llamaron mucho la atención. Otra cosa que me agrado bastante de mi experiencia en la capital fue el poder conocer algunos barrios no muy turísticos de la ciudad, y lo más impresionante era la semejanza de esos barrios con los de México, a tal grado que algunas veces me costaba trabajo pensar que estaba en Colombia.

Pero lo mejor creo que fue la compañía, los rolos y rolas que pude conocer y la cantidad de personas de otras nacionalidades con las que pude compartir, desde ir a tomar un delicioso café, visitar algún sitio natural o un museo, las invitaciones a comer, las cervezas en los bares, los viajes a pueblos cercanos, la gente de la mugrosita, y hasta la gente común y corriente que siempre fue lo suficientemente amigable hacia mi persona. Algún día voy a regresar para tomarme un café y para seguir compartiendo y descubriendo más de esta suculenta capital colombiana.

 
Bogotá un lugar donde abunda la soledad, y otras veces la multitud;  Bogotá, como se lee en la plaza principal de la Universidad Nacional de Colombia es una ciudad “Con toda la fuerza pero sin perder la ternura” (Comandante Che Guevara), un lugar de contrastes donde lo bello es bello y lo feo es feo. 

*Agradecimiento especial a todas las personas que hicieron que mi experiencia en esta ciudad fuera tan placentera, fueron tantas que me cuesta trabajo poner los nombres, pero todos aquellos con los que compartí momentos exquisitos, sepan que se los agradezco de corazón y que espero algún día volver a verlos.



Escrito por David Herrera González
25 de Noviembre de 2015.