sábado, 7 de noviembre de 2015

39. LA FINCA.




LA FINCA.

En Colombia se le cansa a uno la vista de ver tanta belleza.


Desde una finca Manizaleña que lleva por nombre “Rancho Alegre” donde las palmeras nos reciben con los brazos abiertos, comienzo a escribir con la intención de plasmar un poco lo que estoy viviendo en estos momentos, me cuesta una sola línea para darme cuenta de que no hay palabras para describir los infinitos detalles que la naturaleza tiene con uno, en un lugar como este.
Desde que llegamos nos dio la bienvenida una hermosa yegua llamada Hana, que fácilmente podría ser un personaje de un cuento infantil, posteriormente quedamos fascinados cuando vimos el estilo de la casa, la piscina y el jacuzzi engalanando esa hermosa vista hacia las montañas verdes del eje cafetero (de un verde que solo puedo describir como verde colombiano al cual he escuchado que acá le dicen verde pasión).
La finca es muy parecida a lo que en mi percepción es el paraíso. A la izquierda pasa la carretera y a la derecha el río Cauca; con toda esa verde vereda  por donde circulan parvadas de aves de distintos colores, mientras allá a lo lejos las nubes cobijan esa última montaña a la que el sol le otorga  un poco de brillo. Allá donde las vaquitas se ven tan chiquiticas que parecen manchas de colores sobre los distintos tonos de verde y que incluso se confunden con aquellas personitas que finamente trabajan la tierra.
En este bonito lugar se puede disfrutar ese juego de escuchar a los pájaros cantar en los árboles para tratar de localizarlos, para de pronto ser distraído por otro pájaro, y justo cuando parpadeas para fijar la vista en esa otra ave, de pronto se ve cómo sale volando del punto original un pequeño pajarito colorido y así sucesivamente hasta que te das cuenta que llevas varios minutos frente a un árbol totalmente hipnotizado por esos mal paridos pájaros.  También es un hermoso ejercicio ver a los colibrís de todos colores que se acercan a comer a los faros con alimento, ver su fino cuerpo con su largo pico, para de pronto dejar   notar como se les infla un poco su pequeño cuerpo mientras beben alimento, y de repente salir volando moviendo infinitamente sus finas alas. Y por si fuera poco también hay un pesebre donde se encuentran una hermosa perra cuidando a seis pequeños cachorritos. Caminar en cualquier dirección representa encontrarse con árboles frutales, con miles de tipos de plantas distintas entre sí; así como con el olor, color y  textura de una gran variedad de flores.
Tuvimos la fortuna de estar varios días en la Finca,  pero hubo un día en que  el espectáculo fue distinto, era un lunes por la mañana, nosotros junto con nuestros anfitriones terminábamos de desayunar cuando nos sentamos a admirar el paisaje, mientras hablábamos del hermoso verde del paisaje, de pronto se escuchó un tremendo trueno y comenzó a llover, en menos de treinta segundos el paisaje verde había desaparecido como si hubieran bajado una cortina de nubes blanca, y se vino un vendaval y una lluvia fuertísima, a tal grado que en algún punto llovía horizontalmente, de pronto solo quedamos Jaime y yo sentados viendo como la tormenta volteaba todo a su paso, yo en un punto le pregunte a Jaime si podíamos hacer algo, él me dijo que podríamos servirnos un ron y seguir disfrutando el espectáculo de la naturaleza, así que eso hicimos. A lo lejos las siluetas  de las palmeras se movían de un lado a otro, por unos instantes bajo la lluvia, pero de pronto se vino una densa neblina acompañada por fuertes vientos, lo cual arrastro hojas y ramas que se desprendían finamente de los arboles; cuando por fin comenzó a escampar una gran cantidad de golondrinas comenzaron a volar en círculos y a cantar frente a nosotros para avisarnos que la tormenta había terminado. A final de cuentas había pasado el desastre, con un poco de agua en las habitaciones de la finca, con las sombrillas y columpios votados por el suelo, con una alberca llena de hojas, con un par de copas de ron y con un espectáculo de la fuerza de la naturaleza que nunca voy a olvidar.
Pero, sin dudas, lo mejor de la la finca fue la compañía, el poder compartir buena energía con toda la gente que estuvo presente en las dos ocasiones que estuvimos en Rancho Alegre hizo todo mucho más placentero; los momentos en el jacuzzi o en la piscina, los tragos, las interminables platicas nocturnas, y sobre todo las risas del alma, fueron algo digno de un lugar como ese,  ¡Mejor imposible!
El ejercicio de elegir fotos para acompañar este relato resulta complicado pues quisiera poner todas para dar una idea de lo que es la belleza de ese lugar, pero ni aun así estaría cerca de plasmar lo que es la finca en vivo y a todo color, así que he decidido solo poner unas cuantas para que se den una idea de lo espectacular que es ese lugar,  al que muy acertadamente se le conoce como Rancho Alegre.

AGRADECIMIENTOS.
Muchas gracias a Jaime y a Rocío por todas esas risas y por todas las atenciones hacia nosotros, por invitarnos a la Finca de Rancho Alegre; a Lily, a Paola, al resto de los Vandenenden, a las Claudias, a John, a Mauro por hacer aún más divertidas nuestras visitas a la Finca, y por  tratarnos como familia; a los Parceros Edward, Andrés, Giovany  y los del Malagor por las buenas charlas en Manizales, gracias por todo, al igual que en el relato las palabras quedan cortas para describir lo bien que nos trataron y para agradecerles  todos los detalles que tuvieron con nosotros, los mexis.


Escrito por David Herrera González.


5 de Noviembre de 2015.