jueves, 29 de octubre de 2015

38. MEDALLO CITY, TIERRA DE PAISAS.



MEDALLO CITY, TIERRA DE PAISAS.
“La vida es bella”.

Cuando llegamos a Medellín nuestras expectativas eran muy altas, pues todo mundo te menciona que te la vas a pasar muy bien en esta ciudad. A mí en lo personal me costó algo de tiempo acostumbrarme a esta ciudad, de entrada me sorprendió lo grande que es, pues yo venía acostumbrado a ciudades más pequeñas en Centroamérica, pero Medellín es la segunda ciudad en importancia en Colombia y fue hasta que estuvimos acá que pudimos entender por qué.
Medellín es un lugar donde el crecimiento urbano se dio sobre la montaña, pero donde la arquitectura combina mucho el contraste del verde de la naturaleza con construcciones de color naranja rojizo de ladrillo, de lo cual resulta un estilo muy peculiar de esta ciudad. Una vuelta en el moderno metro de la ciudad te permite ver ese paisaje urbano, nosotros desde el día que llegamos tuvimos que tomar metro, así que en algún punto ya dominábamos el sistema metro para movernos a donde tuviéramos que ir, pero algo que nos sorprendió de grata manera fue el metro cable que es como un teleférico que funge como transporte público y que te lleva a comunidades que están en lo alto de la montaña. Nosotros tomamos el metro cable tres veces en nuestra estadía en Medellín, primero tomamos el de la Aurora, el cual resulto un paseo bastante agradable y donde me sorprendió mucho ver que en los techos de las casas la gente hacía arte urbano; posteriormente fuimos dos veces al metro cable de la línea K que va a Santo Domingo, una durante el día y otra para ver la ciudad de noche.  

 
 Esta ciudad también cuenta con vías para bicicletas muy bien definidas por toda la ciudad. Pero  para nosotros la manera de recorrerlo era en metro y caminando sin rumbo para ir encontrando parques de todos los estilos, unos con esculturas muy impresionantes como las del Parque Botero,  o las del Parque San Antonio, donde hay unas esculturas de botero y un pájaro que lo voló una bomba y junto a él se hizo una réplica; también fui al parque Lleras, al de la Luz, al complejo deportivo junto al estadio entre muchos otros.


 

En Medellín  estuvimos las dos primeras noches en casa de nuestro amigo Mauricio, cerca de la Estación de metro Estadio y luego nos establecimos en un hostal bastante agradable también sobre la misma zona,  el Wandering Paisa, donde pudimos conocer gente de distintas partes del mundo y con quien pudimos hacer amistad con más de alguno, gente de Irlanda, Estados Unidos, colombianos, un par de amigas rolas (de Bogotá), una pareja de chilenos, alemanes, etc; una experiencia interesante fue el comenzar a dar clases de español a mi amigo irlandés y mi amiga americana, pues  fue algo que disfrute y que espero hacer cada que pueda durante el viaje. 
Como toda ciudad grande, Medellín vive en un ritmo de vida bastante acelerado, pero lo bueno es que aquí hay una gran variedad de lugares que te permiten encontrar esos momentos de soledad los cuales son muy valiosos para olvidarse un poco de lo que es vivir en una ciudad, para relajarse, a mí me sucedió cuando subí a los miradores del metro cable y también en un parque donde veía como llegaba la gente a pasear a sus perros y los soltaba y donde todo era tan tranquilo que ni parecía que estabas en la segunda ciudad más grande de Colombia.
Colombia es un lugar donde cada día puedes vivir algo diferente y donde todo puede pasar, para muestra lo que me pasó un domingo cualquiera en Medellín, cuando yo salí del hostal a comprar una gaseosa, me senté unos minutos en un parque y de pronto se me acercó un joven con su camiseta roja, yo había visto a mucha gente que iba rumbo al estadio con sus playeras rojas, así que le pregunte a ese joven que se llamaba Héctor, él me dijo que jugaba e Independiente de Medellín,  yo le pregunte por los equipos de Medellín, el Atlético Nacional (el verde), y el Deportivo Independiente de Medellín (los rojos). Héctor ya se tenía que ir al estadio porque ya estaba por comenzar el juego pero dijo que me quería invitar algo de comer por que le había caído bien, pero yo no tenía tanta hambre así que solamente me disparo una Pony Malta (bebida muy común en Colombia), y después de platicar otro rato me invito a ver mi primer juego de futbol en Sudamérica. El ambiente adentro del estadio era impresionante con un estadio casi lleno donde toda la gente apoyaba con cánticos,  mi nuevo amigo me invito unas cervezas dentro del estadio, una experiencia que no voy a olvidar y menos ahora que soy un rojo más en Colombia, soy del Deportivo Independiente de Medellín, el equipo del pueblo. El partido termino con una victoria para los rojos, así que Héctor todavía me invito unas cervezas al salir del partido, en algún punto mientras tomábamos se apareció la luna a lo lejos, Héctor menciono una frase que fue perfecta para el momento “La vida es bella, Parcero”  justamente eso estaba sintiendo yo en esos momentos.

 


Finalmente la última noche que estuvimos en Medellín logramos cuadrar con nuestro amigo Julián, a quien habíamos conocido en el hostal de Panamá, y pudimos ir a tomarnos unas cervezas, también se unieron otros amigos, Kevin, Whitney, Héctor, Luis y yo para salir a dar una vuelta, en algún punto nos sentamos a beber en un parque cercano y en eso llegó un grupo de música colombiana y comenzó a tocar, una experiencia muy colombiana para salir de Medellín.
Medallo City como se le conoce es la capital mundial de las motocicletas, donde en los semáforos es posible encontrar más motos que automóviles; es una ciudad por demás linda e interesante,  luego la ciudad en si con una arquitectura muy interesante; con cuestiones sociales muy modernas que yo nunca había visto, muy organizada a pesar de la cantidad de personas que allí habitan y sobre todo un lugar plagado de arte, donde el simple hecho de salir a las calles te hace estar en contacto con expresiones artísticas muy colombianas.


Escrito por David Herrera
                                                                                               24 de Octubre de 2015.




jueves, 22 de octubre de 2015

37. DESDE LAS CALLES DE GUATAPÉ.



DESDE LAS CALLES DE GUATAPÉ.

Un buen lugar para recargar energías para el viaje.




Qué lugar tan más colorido, incluso creo que más que mi México, aquí para donde voltees vas a encontrar múltiples combinaciones  de colores. Aquí hay algo que se llama zócalos, que son “una manifestación ancestral y única en Guatapé plasmada en fachadas y pies de pared, son figuras talladas por artistas y artesanos o pintadas a pincel. Elemento de identidad es el zócalo que cuenta una historia individual, de una familia, un pasado o un valor de la comunidad de este acogedor conglomerado. Guatapé, pueblo de zócalos” así lo explicaba una escultura en la plaza principal.

Por la noche cuando salgo a escribir un poco, recuerdo ese viejo y conocido refrán que dice: qué bonito es llover y  no mojarse; nuestra habitación está a una cuadra de la plaza principal y desde afuera se escucha el ruido de la música de la fiesta del pueblo, así como se escucha en todos los pueblos, así que me siento a escribir en el escalón, saludo a varias personas que tranquilamente deambulan por la noche, veo a la guapa colombiana que se cepilla los dientes desde su balcón; por las calles empedradas circulan las motochivas (transporte público en moto también llamado tuk tuk en algunos países de Centroamérica) y autos viejos, incluso de pronto se aparece un coche como el de Mr. Bean  pintado de café muy bien arreglado, que tranquilamente se toma la calle en reversa para regresar a una casa a recoger a alguien.
...Hoy fue un día muy bien aprovechado, salimos de Medellín a las diez y a las doce ya estábamos en Guatapé, un pueblo que nos habían recomendado mucho y que desde la llegada alcanzamos a ver lo majestuoso de la naturaleza en este lugar, unos colores del agua en la represa que son impresionantes, semejantes a los de las Lagunas en Montebello en Chiapas. Luego de establecernos, salimos a buscar algo de comer, pasamos por la plaza del pueblo, entramos a la iglesia blanca con detalles en rojo, que se asemejaba a un par de templos de San Cristóbal, y notamos que hasta la iglesia tenía un zócalo por cada uno de los cuatro evangelistas; por dentro la iglesia era muy bonita llena de madera; y mientras buscábamos donde comer comenzamos a tomar foto tras foto, cada casa, cada parque, cada iglesia, cada edificio tenían el colorido y el estilo digno de ser capturados por el lente.
Para cuando salimos a caminar a la orilla de la represa ya habíamos tomado decenas de fotos, y allí nos encontramos con vacas y caballos pastando, así como estatuas sobre el malecón.  Pero entre todo, creo que la parte del día que más disfrute fue subir a La Piedra, primero preguntamos a una motochiva pero nos cobraba diez mil pesos colombianos (casi lo que habíamos pagado desde Medellín) así que mejor comenzamos a caminar, subimos a un cerro con una virgen en lo alto, bajamos y llegamos a un puente peatonal  colgante hecho de madera, pero al ver que todavía faltaba mucho decidimos regresar, pensando en ir al siguiente día, justo cuando íbamos de regreso paso un bus y se frenó, iba para La Piedra y por solo dos mil pesos por persona nos llevó hasta la entrada a la Piedra. El bus nos dejó en el camino  y comenzamos a caminar cuesta arriba desde donde ya se veía una parte de la represa,  después al pasar una curva ya se alcanzaba a ver la inmensa piedra. En lo alto de la piedra hay un mirador que se hace llamar “el mejor mirador del mundo”, pero desde antes de subir las escaleras ya la vista es maravillosa, con una naturaleza infinita llena de pequeñas montañas y unos colores en el agua maravillosos, esta represa artificial de Guatapé fue hecha por el hombre pero la naturaleza se re acomodó de una manera muy hermosa.  Allí estuvimos un buen rato en silencio observando el bello panorama y luego bajamos de nueva cuenta rumbo al camino que lleva a Guatapé, allí tomamos una motochiva que nos cobró dos mil pesos colombianos por persona y regresamos al pueblo. Por la noche salimos a caminar y nos encontramos con el callejón de los recuerdos, un callejón donde los zócalos son impresionantes y donde los edificios tienen un colorido formidable...  

El plan original era pasar solamente una noche, pero decidimos quedarnos una segunda. Así que el segundo día al mediodía decidimos salir a caminar y  sentarnos en unas piedras junto al río, simplemente observando los majestuosos espectáculos que la naturaleza nos regalaba, desde familias de patos cruzando a la orilla, aves volando, caballos que tranquilamente pastaban, formas en las nubes, el correr del agua, entre muchos otros espectáculos dignos para fungir como alimento para el alma.

La segunda noche solamente salimos a dar unos pasos por la plaza del pueblo y terminamos recorriendo otra zona de coloridas calles.



Guatapé fue como ir de vacaciones dentro de nuestras vacaciones, una experiencia muy colorida y tan llena de magia, que por unos momentos me hizo pensar que de alguna u otra manera la idea que tenía de ese Macondo que aparecía en Cien Años de Soledad de Gabriel García Marques era mucho menos colorida de lo que un pueblo en Colombia puede llegar a ser.


Escrito por David Herrera
                                                                                               19 de Octubre de 2015.